Habladurías


‘Estaba sentada en la plazuela esperándote cuando él me habló’, nos contó Kara una noche de cervezas mientras recordábamos tiempos idos de nuestros años de juventud.

‘Me vió sentada sola y se acercó. Comenzamos a platicar y el tiempo pasó volando, me cayó muy bien, todo gracias a que llegaste tarde como siempre, Enrique’, dijo cuando Paola la interrumpió y me volteó a ver con su característicos lentes y facciones de seriedad para decir algo épico: ‘¡Yo he estado HORAS en la plazuela y nunca nadie me ha hablado! ¡NUNCA!’

Y ahora que lo pienso, a mi tampoco nadie nunca me ha hablado de la nada, tampoco llego tan tarde, como son exagerados. Supongo que es por eso que soy yo el que siempre habla, soy hablador.

No por decirlo en tono de chismoso, pero sí con decirlo como un súper poder de sacarle la plática al más tímido. Con cosas banales no tengo tema, pero a la hora de abrir el corazón es donde me cuesta, porque hablar del clima, de música, de moda, de gym, tráfico, tacos, chilaquiles o cualquier otra cosa que cataloguen como banal aplica, pero cuando se trata de cosas más íntimas hasta miedo me da.

Me asombran esas personas que se la pasan contando su vida a cualquiera que vaya pasando, me pregunto si será por llamar la atención o una especie de necesidad, no sé si de hablar con alguien, con todos, es como si agarraran a cualquiera de psicólogo para que escuchara sus cosas.

Ser hablador no siempre es bueno, también he notado que asusto a algunas personas con ‘wawareo’, así que es mejor un punto medio, ¿qué opinan?

Solo quiero terminar esta nota de todo y nada aclarando algo: NO LLEGO TARDE A TODOS LADOS, y sí, voy retrasado, pero es porque uno siempre llega tarde al amor de la vida, entre otras cosas, ¿no?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Don Globo

La playlist de la muerte

Canciones de la muerte 2